El mundo sufre en estos momentos una pandemia cuyas
consecuencias son y serán tan graves, que para compararlas con otro fenómeno
sanitario similar hay que remontarse a la mal llamada “gripe española” (surgida
en EEUU) de 1918 que arrasó poblaciones enteras en semanas (inuits o pueblos de
Alaska, por ejemplo) y que aunque no comparte con esta el tipo de virus o los
segmentos de población más vulnerables (en aquélla eran los jóvenes y en ésta
los ancianos, a grandes rasgos) está claro que poseen grandes semejanzas.
A medida que se vaya resolviendo el problema, deberemos ir
sacando conclusiones objetivas, científicas, sobre en qué medida determinados
comportamientos han facilitado el problema o lo han potenciado, centrándonos en
este artículo en uno que afecta a la movilidad, a las aglomeraciones, a la
masificación en los medios de transporte y por qué no, a la contaminación y al
deterioro de la naturaleza y de los frágiles equilibrios medioambientales.
Y es que no podemos seguir amontonando a la gente cada día
en vagones de tren, autobuses o vehículos privados contaminantes, porque es
preciso que la distancia social aumente, porque hay que disminuir las emisiones nocivas y porque ciudadanos sanos poseen mejores sistemas inmunológicos
que les permitan librar batallas contra enemigos de este tipo.
Las ciudades escandinavas son un paraíso para el transporte sostenible ... también
Ahí jugará un papel importantísimo el transporte en
bicicleta, que -ahora no hay excusas- debe imponerse sobre cualquier otro medio
de transporte individual en pueblos y ciudades para la mayoría de los
desplazamientos habituales, esos que no superan los 30 km y que es muy
ventajoso que se realicen en estos maravillosos y versátiles velocípidos.
Las bicicletas eléctricas conseguirán en ese contexto que no
sólo se suban a ese carro los mejores atletas, sino absolutamente todo el que
lo desee. El apoyo eléctrico en la bicicleta, el pedaleo asistido, le aporta a
cada uno justo lo que su capacidad física actual necesita como complemento para
poder desplazarse y además disfrutar, mejorar su condición física .... y ser
más feliz.
Para ello necesitamos que los gobiernos entiendan que las
ciudades y los pueblos deben ser más amables y disponer de redes de carriles bici suficientes
como para que podamos movernos entre dos puntos cualesquiera del territorio
urbano y que la bicicleta debe, paulatinamente, ir ganando espacio y
protagonismo al transporte en vehículos de combustión e incluso eléctricos de
gran tamaño de discutible sostenibilidad energética y medioambiental.
De esta crisis hay que salir reforzados, más próximos a la naturaleza,
menos crispados, menos fósil dependientes, menos contaminantes ... menos primitivos y más sanos, para lo cual la
bicicleta puede convertirse en la herramienta más útil y maravillosa.
Ayúdanos a conseguirlo .... ¡pedalea con o sin apoyo
eléctrico!
Saludos.
La energía más limpia es la que no se consume.



La generalización del uso de la bicicleta ordinaria o
eléctrica para los desplazamientos diarios, aportaría incontables beneficios a
la salud de las personas y al medioambiente, esto último debido a la drástica
reducción que supondría en la emisión de sustancias contaminantes.

Despacio pero sin pausa una marea de estudiantes de
institutos de todo el mundo comienza a tomar conciencia de que nuestro planeta
no puede esperar y debemos tomar medidas contundentes ante el deterioro
medioambiental y el cambio climático ¡Ya!
La bajada de temperaturas propias de la estación invernal hace que los
más indecisos dejen en casa la bicicleta, aunque bien abrigados no hay ningún
problema para seguir utilizándolas, sobre todo las eléctricas en las que si se
quiere, prácticamente no sudamos y no realizamos grandes esfuerzos, por lo que
mantener una temperatura sin altibajos es más fácil.

Tal vez el despilfarro de espacio que
producen en la vía pública y en las ciudades los automóviles sea el factor de
contaminación más ignorado y olvidado por quienes gestionan lo público y toman
decisiones.
