La generalización del uso de la bicicleta ordinaria o
eléctrica para los desplazamientos diarios, aportaría incontables beneficios a
la salud de las personas y al medioambiente, esto último debido a la drástica
reducción que supondría en la emisión de sustancias contaminantes.
En el camino que hemos de transitar hacia la reducción de
contaminantes, el cambio en los modos de transportarnos jugará un papel
central, pues se han de favorecer los más limpios y penalizar a los demás, de
acuerdo a cuánto contaminen.
Para ello, un primer paso sería que las personas que
utilizan en su día a día sistemas de transporte limpios (incluyendo el
desplazarse a pie), fuesen premiadas con desgravaciones fiscales u otro tipo de
incentivos y otra, que quien utiliza medios contaminantes, pague la parte
proporcional de los costes asociados a lo que debiera ser obligatorio:
desarrollar las medidas correctoras precisas para minimizar el impacto de tales
actividades.
En el siguiente artículo publicado en nuestro portal Energía y Aire, se abunda en el particular, al tratar el caso de las centrales nucleares
y la necesidad que existe de que se hagan cargo íntegramente de los costes de
gestión de los residuos durante todo el periodo de vida del material
radiactivo:
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Las empresas propietarias de las centrales nucleares deben
hacerse cargo de los costes medioambientales asociados al funcionamiento de estas
instalaciones. Así se puede entender el veredicto del tribunal de la UE sobre
la tasa a las nucleares aprobado en España en 2012. Se debe destacar, no
obstante, que este espaldarazo de la UE a la medida contrasta doblemente con lo
sucedido en España:
-Por un lado porque el propio tribunal supremo pareció dar
la razón a las empresas propietarias de las plantas nucleares Iberdrola y
Endesa, esgrimiendo que violaba el principio de libre competencia. ¡Qué
aberración tan lamentable que se antepongan razones económicas a preservación
de nuestro planeta!
-En segundo lugar porque el gobierno que aprobó aquella tasa
lo hizo chapuceramente, pues no dedicaba los ingresos de la misma a la gestión
de los residuos sino que estos iban directamente a las arcas públicas, por lo
que realmente no se trata de una tasa sino de un impuesto que ni siquiera tiene
porqué revertir en una mejora en la gestión de los residuos.
El debate nuclear es muy interesante porque se pueden esgrimir
argumentos bien fundamentados a favor y en contra, pero no lo es tanto, el
relacionado con la necesidad existente de internalizar en todo tipo de
tecnologías los costes medioambientales relacionados con las mismas y en último
término hacer responsables a las
compañías que las utilizan del coste de las medidas correctoras para minimizar
el impacto medioambiental y de los peligros
para la sociedad del uso de tales tecnologías.
Cuantificar esos costes es una
tarea compleja pero del todo urgente.
La internalización de los costes medioambientales debe
hacerse de modo que no solo se aplique el lema “El que contamina paga”, sino
que el que contamine, repare los efectos del deterioro que causa al planeta, es
decir, que pague íntegramente los costes que tengan las medidas correctoras que
siempre deberían ir asociadas a todo tipo de actividad contaminante o
peligrosa.
La energía más limpia es la que no se consume.